Hay cosas que no se explican con palabras, sino que se sienten. Ser militante es una de ellas. No se trata solo de levantar una bandera o de repetir una consigna; se trata de llevarla adentro, de vivirla en el alma. Ser militante es creer, es caminar convencido incluso cuando el camino se hace cuesta arriba.
En el Día del Militante del Partido Nacional, me nace agradecer y reconocer a todos aquellos que, muchas veces en silencio, con humildad y entrega, mantienen viva la llama de una historia que empezó mucho antes que nosotros. A los que estuvieron antes, a los que marcaron el rumbo con sacrificio y convicción, y a los que hoy seguimos caminando con esa misma fe en la libertad, la justicia y el país.
Pienso en esos militantes de antes —quizás un abuelo, un padre, una madre— que sin redes, sin cámaras, sin micrófonos, salían igual a convencer, a explicar, a defender lo que creían justo. Lo hacían por amor a una idea y a una causa. Y hoy, los que estamos, somos continuidad de esa cadena invisible que une generaciones a través de una misma bandera.
La militancia es el corazón que late en cada comité, en cada barrio, en cada pueblo del interior. Es el abrazo al compañero, el mate compartido, la palabra justa que levanta cuando otros bajan los brazos. Es entender que la política no se hace solo desde los cargos, sino desde el compromiso diario, muchas veces anónimo, pero profundamente valioso.
Porque sin militantes, no hay partido. Sin ese fuego que nace desde abajo, ninguna estructura se sostiene.
Hoy quiero recordar particularmente a mi bisabuelo Ignacio Juan Campanella, por haberme dejado su lucha impregnada en el alma. Desde aquellas batallas junto a Aparicio Saravia, defendiendo la causa blanca y la libertad, hasta este presente en el que seguimos sosteniendo, día a día, esa misma defensa desde otros frentes, pero con idéntico espíritu. Su ejemplo, como el de tantos que dieron todo sin esperar nada, me recuerda que ser militante no es una elección: es una forma de vida.
Por eso, en este día, quiero rendir homenaje a todos los militantes de mi querido Partido Nacional. A los que están y a los que ya no, pero nos siguen acompañando desde la memoria y el ejemplo.
Ser militante es sentir orgullo, es tener raíces, es creer que siempre se puede mejorar lo que tenemos.
Ser militante es, sobre todo, tener el alma blanca.
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Orgullosamente Militante del PARTIDO NACIONAL

